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Teólogo, predicador, poeta. Nació en Lima y muy poco se sabe hasta la fecha sobre él. Los datos con los que contamos provienen casi todos de la relación de sus méritos y servicios, de 1610 (que se transcribe al final de esta biografía) y de la información que aparece en el libro que publicó en 1611. Flores pertenece a la primera generación de estudiantes teólogos de la Universidad de San Marcos de Lima, y entre sus maestros destacan el célebre José de Acosta S. J. y Miguel Adriano O. P., catedrático de Teología. Flores también se encontraba entre los primeros que, después de cursar sus estudios, pasaron a integrar el claustro docente de aquella universidad. Fue también «predicador aprobado en ambas lenguas, de españoles e indios, ejerciendo este oficio con aceptación de todo género de gentes de este reino del Pirú y en las ciudades principales dél, que son la de los Reyes [Lima], Cusco y La Paz, Potosí y esta ciudad de La Plata [hoy Bolivia]» (AGI Audiencia de Charcas, 87).
Según afirma Josep M. Barnadas, llegó a Charcas en la década de 1580. Administró el beneficio de Quila Quila, donde puso «escuela de leer y escribir y canto para los indios» (AGI Audiencia de Charcas, 87). También ocupó la doctrina de Yotala. «Sus méritos fueron reconocidos por el arzobispo Peralta, quien probablemente le hizo ir a vivir a La Plata, dándole los cargos de Vicario del Monasterio de los Remedios, Administrador del Hospital de Santa Bárbara, Provisor y Vicario General del Arzobispado (1613); este mismo año el cabildo civil de La Plata escribía al rey pidiendo para él una prebenda; lo mismo hacía el arzobispo con el arcedianato platense (1614), como hombre docto y tiene mucha experiencia y me ayuda con buen celo al gobierno», afirma el mismo Barnadas.
Ya era clérigo de la ciudad de La Plata cuando compuso el extenso tratado teológico titulado Preciosa margarita de la vida, muerte y gloria de la serenísima virgen María, madre de Dios (Lima, Francisco del Canto, 1611), la única obra que de momento conocemos de su autoría. Flores va alternando la prosa del tratado con composiciones poéticas que introduce cuando considera que el asunto de que trata encuentra mejor expresión en poemas. En esto sigue una costumbre literaria que cuenta con ilustres representantes en lengua castellana, como fray Luis de León, que intercala también poemas en De los nombres de Cristo «como sucesivos contrapuntos líricos al final de los largos tratados o discursos en prosa» (con palabras de Núñez Rivera: 141); en esa tradición se encuentra también Pedro Malón de Echaide (Libro de la conversión de la Madalena, 1588), quien introduce poemas (y traducciones de salmos) «para solo desempalagar el gusto cansado de la prosa»; u otros como Juan de Guzmán.
De los poemas que incluye en su obra, un buen número son propios. Incluye otro, de un autor del que no declara el nombre, pero sostiene que es un «docto varón». Además, ofrece la versión castellana de piezas originalmente escritas en griego, en latín, así como (una de ellas) en lengua uru o en aymara. Los poemas propios son once: cuatro sonetos, dos piezas en octavas reales, la primera de las cuales consta de cinco estrofas y la segunda, que es una égloga a lo divino, se despliega a lo largo de diecinueve estrofas; otros dos poemas de redondillas; las formas representadas por un solo poema son: una glosa de seis estrofas, una pieza de seis tercetos dantescos y otra de 36 endecasílabos sueltos. Es decir, salvo en tres casos, se trata de formas provenientes de Italia. En el caso de la égloga, según afirma el propio Diego Flores, se inspira en «Tomás Malleo, en el soliloquio que del alma compuso» (p. 318). Se trata de una obra de (o atribuida a) Tomás de Kempis titulada Soliloquium animae, escrita en prosa.
El poema castellano del «docto varón» viene en seis estrofas aliradas aBabB, estructura adoptada por Fray Luis en su búsqueda para dar forma castellana a la oda horaciana (salvo en su última etapa, en que adoptó la estructura tetrástica).
Respecto de las traducciones que ofrece en verso, no siempre de poemas, casi nunca lo hace de textos completos sino de breves pasajes. En algunos casos se ciñe al sentido del poema original, mientras que en otros más bien despliega paráfrasis. Las formas poéticas que utiliza son también variadas.
De origen griego traduce un pasaje escrito en prosa por Basilio de Seleucia (en diecinueve redondillas), además del oráculo de Apolo a Augusto según el escritor bizantino Nicéforo (en una redondilla y una tirana) y de un pasaje de la tragedia Christus patiens, centón euripideano atribuido a Gregorio Nacianzeno, que traduce en un terceto dantesco «suelto». Conoció estos poemas en versiones latinas.
De los poemas latinos de los que ofrece la versión castellana podríamos decir que dos de ellos son pasajes de cuatro versos del Carmen Paschale de Celio Sedulio (II, 28-31 y V, 359-362), para lo que escoge ambas veces el soneto. Es el único poeta representado más de una vez. De San Beda traduce un fragmento del poema In natali Sanctae Dei Genitricis (vv. 9-20) en cuatro cuartetas heptasilábicas, forma que se conoció en el Siglo de Oro como versos anacreónticos. De Adán de San Víctor ofrece la versión de unos versos de la secuencia de la Asunción de María, Salue, mater saluatoris (vv. 7-12), en cuatro quintillas. De Rodolfo Agrícola, pionero en el estudio de los clásicos en Alemania, traduce los cuatro versos iniciales del Himno XXVI en dos quintillas. De la primera Parthenica, llamada Mariana, de Bautista Mantuano, uno de los que merecieron el apodo de «Virgilio cristiano», Flores toma los versos 436-438, 454, 459-460 y 462, y en su versión los despliega en forma de canción petrarquista a lo largo de cinco estancias de trece versos cada una. De Marco Antonio Muret nuestro poeta toma unos versos del poema 38 del libro primero de Poemata uaria, titulado «Ad beatissimam uirginem Dei matrem quae religiosissime colitur in aede lauretana». En las notas marginales leemos los versos 5-8 y 11-28; su versión castellana ocupa dieciséis redondillas. Finalmente, traduce (en ocho quintillas abbab) un himno cuyo origen desconocemos, pero del que ofrece algunos pasajes en notas marginales. También en este grupo hay que contar el Salmo 45, sobre la versión de la Vulgata (doce liras aBabB). Como puede verse, en este grupo de poemas no deja de frecuentar formas italianas y clasicistas, pero más frecuentemente utiliza formas populares españolas.
No se conoce el nombre del indígena uru que cantó el poema (en uru o en aymara) cuya versión castellana ofrece Flores. Sí sabemos que Flores no conoció una versión latina del mismo, traducida a esa lengua por un jesuita de Juli (ver Eichmann 2014). Esta viene en seis cuartetas romanceadas (rima á-o) rematadas con una vuelta compuesta de dos versos, el primero tetrasílabo y el segundo endecasílabo.
Adopta muchas formas métricas con soltura y elegancia (aunque en alguna ocasión puede señalarse alguna falla formal). Traduce en molde luisiano y en otros clasicistas. Por otra parte, cuando fuerza una traducción, o cuando le añade algo, tiene antes el tino de poner sobre aviso al lector, ya con una exégesis previa que justifica sus añadidos, ya con un preámbulo como en el primer caso de Sedulio.
Diego Flores puede ser considerado entre nuestros poetas de principios del siglo XVII cuyas dotes podrá apreciar un lector actual, con la ayuda de una edición amigable. Su obra poética trae 25 piezas a las que acompañan otras cinco que vienen en los preliminares. Estos últimos nos permiten sumar un soneto a un poeta ya conocido (Sebastián de Mendoza), conocer los nombres de otros tres poetas de La Plata (Pedro Ortiz, Luis de Saavedra y Lorenzo Barriales), y contar con un soneto de Francisco del Canto, el impresor limeño del libro.
Diego Flores fallece en La Plata en 1615.
Relación de méritos de Diego Flores
Muy poderoso señor. El licenciado Diego Flores, cura beneficiado del pueblo de Yotala, digo que a mi derecho conviene que vuestra alteza se sirva de mandar hacer información de oficio con citación de vuestro fiscal, conforme a lo dispuesto por la nueva cédula de vuestra real persona, de mis méritos y servicios que he hecho a vuestra alteza de más de treinta años a esta parte y de cómo fui de los primeros estudiantes teólogos de la Universidad de la ciudad de los Reyes y de los primeros que en ella cursaron, habiéndose fundado la dicha universidad por mandado de vuestra real persona, hasta graduarme, teniendo por maestros al padre Joseph de Acosta, de la Compañía de Jesús, y al padre Fray Miguel Adriano del Orden de Predicadores, catedráticos de prima de teología en la dicha Universidad, y siempre di buena cuenta de mis estudios. Y en continuación dellos, siendo aprobado por examen que precedió, me ordené hasta ser sacerdote. Y en este estado he sido predicador aprobado en ambas lenguas, de españoles e indios, ejerciendo este oficio con aceptación de todo género de gentes de este reino del Pirú y en las ciudades principales dél, que son la de los Reyes, Cusco y La Paz, Potosí y esta ciudad de La Plata. Y en este tiempo que ha sido de veinte y ocho años continuos he procedido con la retitud y limpieza que se requiere para el buen exssemplo que por razón de mi oficio se debió dar en cualquiera república donde he residido ansí entre españoles como indios. Y he sido examinador general de la lengua de los indios por el gobernador fray Francisco Raya, en la ciudad del Cusco, y por el obispo don fray Gregorio de Montalvo, por quién el dicho don fray Francisco Raya gobernó su obispado del Cusco. [F. 1v] Y ansimismo fui examinador general de dotrinantes y ordenantes en esta ciudad de La Plata en tiempo del reverendísimo don Alonso Ramírez de Vergara y en esta dicha ciudad fui vicario de las monjas de Nuestra Señora de los Remedios, por nombramiento de dicho reverendísimo obispo don Alonso de Vergara. Y fui administrador del Hospital Real de Santa Bárbara, de españoles e indios, por presentación y nominación hecha conforme al Real Patronazgo, por elección de Alonso Maldonado de Torres vuestro presidente de vuestra real audiencia y por el deán y cabildo sede vacante de la catedral de esta ciudad. Y exercí los dichos oficios con grande satisfación, tiempo de tres años y medio, y di buena cuenta de todo lo que fue a mi cargo. Después de lo cual administré el beneficio y dotrina del pueblo de Quilaquila, Chaca, Omaca y sus anejos, a donde reduje a mucha gente que andaba perdida y fuera de su redución, y mejoré casa e iglesia con nuevos ornamentos, dando siempre buen exsemplo, y puse escuela de leer y escribir y canto para los indios, dotrinándolos e poniéndolos con toda pulicía con particular cuidado y curiosidad. Y al presente administro el beneficio del pueblo de Yotala de vuestra real corona y sus anejos, y he cubierto de nuevo la iglesia, que se estaba cayendo, adornándola con doseles, frontales, cazuelas y colgaduras. Y en execución de mi beneficio me ocupo en pedricar [sic] a los dichos indios y doctrinados y administrarles los santos sacramentos con la puntualidad necesaria sin hacer falta alguna, de que ha resultado de estar los indios del pueblo bien catetizados [sic] y que viven con pulicía y he amparado siempre a los indios y defendídolos para que no sean molestados ni vexados y [f. 2r] procurado el bien común de ellos. Que siendo el dicho pueblo de Yotala muy seco, estéril de agua, la saqué con mi industria y la he hecho traer al pueblo de lejos, sin Costa ni gasto de la hacienda de los indios, con que se han reedificado el pueblo, que estaban caídas muchas casas, arruinadas la mayor parte de dicho pueblo, por falta de agua; y con el acrecentamiento de las casas y viviendas se han reducido al dicho pueblo muchos indios que faltaban y se conservan en su reducción por esta causa, que ha sido en gran bien e utilidad de los naturales para la conservación y aumento de sus comunidades, en que he hecho muy grandes servicios a vuestra alteza, que son notorios a vuestro presidente y oidores por haberlo visto, por vista de ojos. Y para adorno del dicho pueblo y sustento de los naturales y excusarles del trabajo que tenían de traer agua de lejos he hecho con sola mi industria y orden una pila y fuente de piedra labrada en la plata del dicho pueblo, que es de grande aprovechamiento para los naturales, con cuya agua se han hecho y plantado muchas güertas, de que resulta conservarse los dichos indios en el dicho pueblo e vivir quietos y contentos. Y por la buena cuenta que he dado siempre de lo que ha sido a mi cargo se me han dado comisiones en causas graves de justicia por el deán y cabildo sede vacante de esta ciudad en que he procedido con el orden de justicia que se ha requerido para dar buena cuenta de todo. Y se me han encomendado sermones por el obispo y sede vacante en la catedral de esta ciudad por constarles de mis letras y estudios y haber sido lector de santa teulugía en la ciudad del Cusco en donde la leí con toda aprobación y en mucho aprovechamiento de los estudiantes que me oyeron ansí las lecciones de teulugía como de la lengua de los naturales desta tierra. [F. 2v] Que ansí mismo leí para los dotrinantes, de que se siguió gran bien y aprovechamiento para los dichos indios, sin que en el discurso de dicho tiempo ni en el uso de los dichos oficios y beneficios haya hecho cosa indebida, ni por vía de visita se me han hecho cargo ni condenación alguna. Por lo cual, y por haber vivido siempre virtuosamente y ser hijo de padres nobles y digno y benemérito de que vuestra real persona se sirva de hacerme una dignidad o prebenda en una de las iglesias catedrales deste reino como son de la ciudad de los Reyes, el Cusco o esta de La Plata, por concurrir en mí las partes y calidades que para esto se requieren.
Bibliografía consultada:
AGI, Audiencia de Charcas, 87, núm. 5, ff. 1v - 3r.
Barnadas, Josep (ed.), Diccionario histórico de Bolivia, Sucre, Grupo de Estudios Históricos, 2002.
Draper, Lincoln, Arzobispos, canónigos y sacerdote: interacción entre valores religiosos y sociales del clero de Charcas del siglo XVII, Sucre, Archivo-Biblioteca Arquidiocesanos «Monseñor Taborga», 2000, pp. 146-147.
Eichmann Oehrli, Andrés, «Copacabana en el escenario de la primera mundialización. Un episodio significativo», en Migraciones y rutas del Barroco, Norma Campos Vera (ed.), La Paz, Ed. Visión Cultural, 2014, pp. 369-379.
Núñez Rivera, Valentín, Poesía y Biblia en el Siglo de Oro. Estudios sobre los Salmos y el Cantar de los Cantares, Universidad de Navarra / Iberoamericana / Vervuert, 2010.
Autor: Andrés Eichmann Oehrli
Fecha de publicación: octubre de 2023.
Obras del autor
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Preciosa margarita de la vida, muerte y gloria de la serenísima virgen María, madre de Dios
Poesía, 1611